jueves, 21 de mayo de 2009

02 HISTORIA DEL CÓMIC: Aleluyas o Aucas













En la sociedad del siglo XVIII, cuando la instrucción popular era muy precaria, las aleluyas cumplían, más allá de su inmediato propósito comercial, funciones de información e incluso funciones didácticas y adoctrinadoras, ya que facilitaban a sus lectores el acceso a través de los dibujos y textos a un conocimiento esquemático y rudimentario de una temática variada, como eran las fábulas, las biografías de hombres ilustres, la historia, la geografía pintoresca y las vistas de monumentos, las obras de teatro y novelas, etc.

Las aleluyas, que se dirigían a todos los lectores con una clara función recreativa, facilitaron a los niños españoles el primer acercamiento a las formas elementales de la lectura a través de la imagen y de textos 

esquemáticos y fáciles. Es imposible comprender y valorar la importancia de las aleluyas y su impacto sobre los lectores de aquel tiempo sólo desde nuestra propia óptica.Hay que tener presente que la sociedad española del XVIII y de principios del XI

X era agraria y estamental y soportaba unas elevadísimas tasas de analfabetismo. No existía una educación básica generalizada  y no había libros baratos ni bibliotecas, pues tampoco existían las infraestructuras necesarias para hacer posible una oferta cultural que llegase al total de la población española

Las primeras aleluyas se dirigían a un público múltiple y eran de carácter enumerativo: describían tipos y costumbres, mostraban monumentos o referían sucesos, como hacían, por ejemplo, el “Auca dels oficis”. Otras ofrecían contenidos recreativos referidos a fiestas y funciones y algunas pocas se dirigían expresamente a los niños. 

En aquella sociedad las aleluyas, junto con los romances, estampas, relaciones de hechos y otros papeles populares, abrían a sus lectores una ventana al mundo y al conocimiento. Especialmente gracias a sus imágenes, las aleluyas ofrecían una instrucción rudimentaria a los lectores menos cultos y generalmente iletrados, adultos y niños, que a través de aquellos impresos baratos recibían muchas veces sus primeros conocimientos sobre personajes, hechos históricos, arte, literatura, etc., situados fuera de su panorama vital.

Cada hoja de aleluyas agrupa una serie de 48 estampas o viñetas, que se presentan ordenadas en el sentido de lectura en ocho hileras de seis viñetas cada una, aunque hay variables significativas de sólo 16, 32, 36 o 40 viñetas. En las hojas más primitivas las viñetas podían ser redondas aunque pronto se impuso el formato rectangular, y ya desde el siglo XVIII comenzaron a llevar textos complementarios, sobre todo en verso. Inicialmente estas hojas impresas recibían el nombre genérico de aucas en el ámbito cultural catalán mientras que en el resto de España recibieron el nombre de aleluyas.

Las ilustraciones o viñetas se dibujaban expresamente en función de la historia narrada. Después los dibujos se traspasaban, mediante la talla, a bloques de madera y con estos grabados se imprimían las viñetas de la aleluya. Al avanzar la técnica y con el desarrollo de las artes gráficas se utilizó también la litografía y la zincografía y más tarde el fotograbado. En el siglo XIX fue relativamente frecuente la reutilización de grabados pertenecientes a aleluyas de décadas anteriores, sobre todo cuando sólo mostraban relaciones de animales, oficios, edificios, etc., además se procedió en múltiples ocasiones a reimprimir aleluyas antiguas, cuyos textos se redactaban de nuevo para adecuarlos a la época.

Las primeras aucas no llevaban textos y su origen era el juego, uno de los ejemplos más antiguos es el “Joc de l´auca”, grabado por Pere Abadal de Moiá en 1676. Se ha especulado y hecho teoría con las similitudes existentes entre estas primeras aucas con el juego de la oca, mientras que otros estudiosos han ligado sus orígenes al juego de la lotería e incluso con la t

emática de los azulejos de temas de oficios, por la repetición de algunos de los elementos gráficos que son comunes a soportes tan diversos

Se han establecido paralelos entre la aleluya y otros impresos populares europeos realizados a base de series de viñetas que llevan  pies de texto. Es el caso, por ejemplo, de los Bilderbogen alemanes, con menos viñetas y más evolucionados narrativamente que las aleluyas, y también de los pliegos franceses de las imágenes de Epinal, cuyas hojas  coloreadas se publicaron en varios idiomas, incluido el español, y se distribuyeron no sólo en Europa sino también en varios países de Latinoamérica e incluso en los Estados Unidos. Aunque ninguno de estos impresos es igual a la hoja de aleluyas ni por su forma ni por su contenido, todos los modelos editoriales corresponden al tronco común de la gran tradición de la estampería popular europea.


Respecto a los autores de aleluyas, tanto el escritor como el dibujante han quedado generalmente anónimos, y no digamos el posible autor del guión, si es que existió. Solamente conocemos con seguridad los nombres de unos pocos dibujantes de aleluyas, entre ellos Eduardo Sojo, Noguera, Tomás Padró o Francisco Ortego, por ejemplo. Sabemos más de algunos de los grabadores que reprodujeron los dibujos, cosa por otra parte lógica por cuanto muchos de ellos hacían constar su nombre dentro de una de las viñetas de la aleluya. De estos destacan sobre todo los grabadores cuyo trabajo ha quedado recogido en las investigaciones sobre historia del arte, entre ellos Sadurní, José Vilanova, F. Noguera, Rivero, Marto, etc.

La producción de aleluyas se concentró en las ciudades de Valencia, Barcelona y Madrid, especialmente en las dos últimas en lógica correspondencia con su mayor tejido industrial y desarrollo de las artes gráficas, y hay que señalar que generalmente los editores de aleluyas eran también los impresores de las mismas por poseer taller propio


Desde muy pronto los niños se apropiaron de las hojas de aleluyas para sus juegos. A este respecto tenemos abundantes testimonios que cuentan cómo los niños españoles recortaban las viñetas y jugaban con ellas. Juegos piadosos y otros no tanto, entre los primeros el que consistía en recortar las estampas o viñetas que formaban las aleluyas de tema religiosos para lanzarlas desde los balcones y ventanas al paso de las procesiones de Semana Santa y el Corpus al grito de “¡Aleluya!” o “Aleluyas finas” . Entre los juegos profanos, aquellos en los que las viñetas recortadas servían de moneda infantil para cambios y trapicheos, para jugar a la baraja, para jugar a la lotería, para levantarlas de una mesa con un golpe de la palma de la mano ahuecada (como más tarde se hará con los cromos), etc., etc. Incluso, según algún estudioso, los niños se habrían servido de las viñetas recortadas de una o más aleluyas para reagruparlas en órdenes caprichosos y reinventar nuevas historias. 

Pese a su pobreza técnica y escasa calidad: dibujos esquemáticos, textos elementales, mal papel, impresión descuidada y grabados muchas veces machacados y gastados, las aleluyas fueron un producto de consumo fácil por parte de los niños, por tratarse de uno de los más asequibles y sobre todo por basarse en la imagen, cuando en España los libros eran un bien relativamente escaso, y desde luego caro, aún no existían periódicos en su forma moderna y la producción cultural se dirigía a los poderosos y ricos.

Al principio las viñetas no llevaban ningún texto, pero pronto se incluyó dentro de las mismas una palabra que reforzaba y completaba el significado y sentido de la imagen dibujada. Hacia 1840 esta palabra explicativa ya había sido sustituida por un texto narrativo situado al pie de cada viñeta. En una mayoría de casos el texto se presentaba versificado en pareados, aunque también había aleluyas cuyos textos eran tercetos y cuartetos; incluso algunos pliegos llevan enormes textos narrativos, de varias líneas, que prácticamente anulaban la expresividad de las imágenes. Pero los pareados fueron los textos más frecuentes en las aleluyas y se presentaban en versos octosílabos, con una rima pegadiza fácil de recordar.

El hecho es que en las aleluyas hay una lectura de las imágenes y paralelamente una lectura de los textos que apoyan a éstas. Así evolucionan desde su primer estadio como juego o como catálogo de imágenes curiosas o exóticas, con cierto valor didáctico, al más complejo de una historia que se narra a través de una síntesis de imágenes aisladas -que implica un importante esfuerzo de elipsis, tanto en los autores como en losla que constituye el tema de las viñetas de la aleluya.

Los textos se escriben de forma expresa para acompañar a las imágenes recogidas en las viñetas de la aleluya. Haciendo una valoración optimista podríamos aventurar que ello implica un guionista y un dibujante, similar al cómic; pero generalmente no era así y muchas veces el auténtico “autor” era el impresor-editor, que tenía la idea, encargaba los dibujos y después redactaba unos textos ad hoc que él mismo o alguno de sus colaboradores versificaba con pie forzado para lograr la rima. En cualquier caso no hay que exagerar la importancia del valor narrativo del lenguaje expresivo de las aleluyas, ni forzar la argumentación para presentarlas como el paso inmediatamente anterior al cómic, como se ha hecho en ocasiones al teorizar sobre este medio.

De hecho, la secuencia narrativa de la aleluya es muy primitiva, debido a que el sistema de representación gráfico que utiliza se basa en “congelar” momentos más o menos cruciales de la narración, en función de su presunta importancia y significación respecto al conjunto de la historia recogida en las 48 viñetas de la aleluya. Pero, generalmente, cada uno de estos éstos momentos concretos que se seleccionan no tienen continuidad, ni en el momento inmediatamente anterior ni en el posterior, no existiendo o existiendo apenas una secuencia narrativa, que en el mejor de los casos tiene una estructura esquemática y elemental, cuando en el mismo tiempo el cómic español ya estaba demostrando una absoluta modernidad y un lenguaje expresivo muy desarrollado.





La importancia que alcanzaron las aleluyas como parte de la cultura infantil dio lugar a que, ya entrado el siglo XX, los editores de los últimos periódicos para la infancia y de los primeros tebeos tomaran el modelo de la aleluya para integrarlo en los contenidos de sus publicaciones, unas veces como parte de sus contenidos y secciones, como es el caso de los tebeos Pulgarcito (1921), Caperucita (1924), Pinocho (1925), Alegría (1925), etc. Y en otras ocasiones editando dando hojas de aleluyas impresas aparte, como suplementos del tebeo que se difundían con su título y pie editorial, tal es el caso de las que editaron por ejemplo La Mainada (1921) o Boliche (1936) 





5 comentarios:

  1. Qué tal. ¿Cuentas con el dato de la fuente de esta información? o ¿Se trata de tu autoría? me encantaría tenerla como parte de mi investigación de tesis. Saludos.

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  2. Estoy igual que Édgar, pero como veo quer no respondiste, no contaré esta información como real, ni nombre de autor trae el trabajo...

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  3. © Antonio Martín 2011

    Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

    El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero47/aleluya.html

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  4. Según lo que he podido averiguar este es el origen de toda la información vertida. Ahí podrás encontrar datos interesantes para cualquier trabajo relacionado con los aucas o aleluyas.

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